Un cliente vale más que un diamante…


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Aunque hay que saberlo tratar para desarrollar su valor y no arruinarlo. Exactamente igual que un diamante en bruto. En realidad parafraseamos una expresión presente en el Quijote, que va más o menos así: “Un diente vale más que un diamante”. En verdad, con los clientes también se come y perderlos es doloroso.

Hace años, Sam Walton, fundador de Wal-Mart, abrió un programa de formación para sus empleados, con mucha sabiduría.

En lugar de una conferencia sobre las ventas y servicio, habló en primera persona como quien va al restaurante, a un establecimiento comercial, o a cualquier sitio donde podría comprar y es ignorado  mientras espera, casi rogando que le presten atención. Añadió: “Podrías pensar que soy una persona tranquila, paciente y problemática... Te equivocas.

¿Sabes quién soy?

¡Soy el cliente que nunca vuelve!

Sólo hay un jefe: el CLIENTE. Y puede despedir a todos en la empresa, simplemente gastando su dinero en otra parte".

Finalizó diciendo que  nada vale la publicidad millonaria, si cuando fuste la primera vez, no hicieron algo simple y barato: tratarme con un poco de cortesía.

En carne propia (aunque no solo los frigoríficos), muchas empresas han constatado la escasez de clientes. No existe una fuente inagotable de compradores. Por ello, valorar al cliente, por encima de la venta, es el verdadero fin de quien vende. Hoy compartiremos una vieja anécdota con un mensaje vigente. Nos lo cuenta una norteamericana que viajó a Japón a visitar a sus suegros.

El error

“Mi esposo y yo viajamos a Japón para visitar a mis suegros, que viven a una hora de Tokio y en cuya casa nos alojamos. Una tarde visitamos Tokio y entramos en las tiendas Odakyu minutos antes de las 4:30 p.m., hora de cierre, para comprar un reproductor de discos compactos. Toda la operación tardó 7 minutos, incluyendo el tiempo necesario para localizar el aparato y el que utilizó el empleado en rehacer el comprobante de American Express por haber escrito mal nuestro apellido. Esa noche quisimos mostrar a los suegros la novedad . Al abrir el embalaje, advertimos que estaba vacío. Mi esposo tuvo una de las pocas oportunidades que las empresas japonesas brindan a sus clientes para enojarse porque algo no funciona".

El esfuerzo

"A primera hora del día siguiente recibimos una llamada desde las tiendas Odakyu. Nos avisaban que su VICEPRESIDENTE estaba en camino con el reproductor de discos compactos. Una hora después llegaron el VICEPRESIDENTE y el EMPLEADO que nos atendió el día anterior, cargados de paquetes. Ambos con reverencias y disculpas. El Vicepresidente relató los esfuerzos hechos por las tiendas Odakyu para ubicarnos y rectificar.

Todo comenzó minutos después de nuestra compra, cuando el empleado advirtió el problema y pidió a la seguridad que nos avisaran al llegar a la salida. Como ya nos habíamos retirado, alertó a su gerente y éste, al suyo. En pocos minutos el caso había llegado a conocimiento del Vicepresidente de la empresa, quien constituyó un EQUIPO DE EMERGENCIA para localizarnos.

El equipo llamó a 32 hoteles en Tokio y sus alrededores para ver si estábamos en alguno de ellos. Al resultar infructuoso, solamente tenían como pista un apellido y un número de tarjeta American Express. No esperaron al día siguiente: considerando la diferencia horaria, el equipo esperó hasta las 10:00 p.m. para llamar a American Express en Nueva York. Por esa llamada, obtuvieron el número de teléfono de nuestro domicilio en Estados Unidos. Después ubicaron a uno de nuestros hijos quien les dio nuestro teléfono en Tokio. Ya era de madrugada y decidieron esperar hasta primera hora de la mañana para no molestarnos.

Concluidas las explicaciones, el Vicepresidente nos entregó el reproductor de discos compactos, y el empleado nos entregó un juego de toallas, una caja de dulces y un disco compacto con música de Chopin como obsequio. El Vicepresidente nos pidió que perdonáramos al empleado por cuanto el día anterior había sido su primer día de trabajo. Renovando sus pedidos de disculpas y sus reverencias, ambos hombres se despidieron".

La recompensa

Finalmente, dice: "Mi familia está de acuerdo en que cuando vayamos de compras a Tokio, nunca dejaremos de visitar las tiendas Odakyu”. 

Aprendizajes

Lo que puede fallar, falla. Un equipo que se daña, una persona que se equivoca, un apagón. Por más que planee sus servicios, siempre habrá posibilidad de una falla. 

La falla es una oportunidad. Si se presenta una falla, poco haremos con ocultarla o culpar a las personas, pues normalmente actúan de buena fe (si no es así, esa persona no conviene a tu empresa). Reconociendo la falla podemos sacar provecho doble. Primero, demostrarle a nuestros clientes que son lo más importante para nosotros. En segundo lugar, la falla nos dice que algo debe ser mejorado, que corrigiendo no se repetirá y mejoraremos el servicio para que invite a los clientes a regresar.

¿Y  tus diam… clientes?

¡Cuéntanos!